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03 de diciembre de 2015

El Templo: la verdadera universidad

'Ningún tipo de educación o escuela proporcionó a una persona por medio de la cual Dios puedo realizar, por ella y con ella, Su providencia, hasta cuando el “Templo” dejó egresar a la Virgen de quien se encarnó Jesús', dice El Metropolita Pablo de Alepo, al explicar la fiesta de la Presentación de la Virgen al Templo.

El Templo: la verdadera universidad

“Tras el segundo velo estaba el Tabernáculo, que llaman el Lugar Santí­simo” (Heb 9:3)

La Iglesia celebra el próximo 21 de noviembre la presentación de la Virgen al Templo, lugar en el que ella creció en el Santo de los santos, que se hallaba tras del segundo velo, y donde no entraba nadie sino “sólo el sumo sacerdote una vez al año”. La Virgen nació milagrosamente de padres ancianos y estériles. Sin embargo, la gracia de Dios, en respuesta a la oración de los dos justos, dio a Joaquí­n y Ana una hija, la Virgen Marí­a. Ellos entregaron a su hija Marí­a, desde temprana edad (tres años), al Templo para crecer allí­, consagrándola a Dios. Nos preguntamos: ¿Cuál es la razón por la que estos justos padres delegaron al Templo la educación de su hija, en lugar de enviarla, como se solí­a hacer en aquel entonces, al igual que hoy, a una escuela normal para aprender? ¿Acaso el Templo es un lugar óptimo para la educación?

Cada civilización tiene sus medios y planes de estudios para la educación que corresponde a sus ideales y asuntos propios. Esto se refleja en su legislación y estructura social, en las costumbres y las instituciones, en las escuelas y las universidades. Y siempre el tema de la “educación” ocupa un lugar clave en la familia, el estado, la sociedad y todas las funciones humanas. Por lo tanto, antes de determinar los medios y métodos de educación, hemos de definir los “ideales” y la personalidad que queremos formar; es decir la meta hacia la cual queremos que llegue el individuo en nuestra sociedad.

En la época helení­stica, los griegos estaban ocupados en la guerra, la expansión y los triunfos. La personalidad ideal era la del “guerrero” fuerte. Por ello, dieron mucha importancia a la “educación fí­sica” y la meta de un cuerpo sano. En cuanto a los romanos, al tener un imperio que se extendí­a sobre grandes superficies, donde habitaban diferentes razas, nacionalidades y religiones, se preocupaban en la unidad del imperio. Por ello, pusieron énfasis en la “educación ciudadana”, es decir en la formación del buen ciudadano que se compromete en reconocer la autoridad del César, sin que esto interfiera en su religión o nacionalidadÂ…

En el cristianismo, ¿cuál es la personalidad que queremos? ¿Cuál es la educación que deseamos? ¿Acaso dicha educación corresponde o se armoniza con la educación cí­vica contemporánea, e incluso en los paí­ses considerados como cristianos?

En la Edad Media, la religión ocupaba a las clases altas de la sociedad, el cristianismo se tiñó de los colores de la aristocracia, sin que esta situación impidiera honrar temas como el de la caridad, de la asistencia social a las clases más bajas, pero sin que ello afectara al estatus de las clases altas “cristianas”. Por ello, la “educación religiosa”, en el sentido de la catequesis, era muy necesaria. Pero la Revolución Industrial y el Renacimiento cambiaron estos conceptos, y la educación empezó a aspirar convertirse en una formación del ser humano que sepa usar las técnicas rápidas y modernas.

Hoy en dí­a, con la revolución digital, las preocupaciones se centran en el uso de las computadoras y las nuevas tecnologí­as. Podemos agregar a ellas, en algunos casos, algún éxito en la vida social y polí­tica, lo que requiere el aprendizaje de las artes como la pintura y la música, los deportes, o la participación en la vida social y polí­tica.

(Â…) Para los hebreos en el Antiguo Testamento, la finalidad de la educación humana era criar a “justos” que guardaran los mandamientos de Yahvé, para que Él los bendijera. Por ello, la educación trataba de enseñar los mandamientos, la ley y las normas. Desde este punto de vista, el “Templo” constituí­a la óptima escuela o universidad.

Si nos preguntan hoy: ¿Qué tipo de escuelas y universidades preferimos para nuestros hijos? ¿Acaso nuestra opinión tenderá más hacia el templo o hacia las universidades tecnológicas actuales? Nuestra respuesta es que simplemente preferimos el “Templo”. Como sucedió con la Virgen Marí­a, ya que después de siglos de espera, ningún tipo de educación o escuela proporcionó a una persona por medio de la cual Dios puedo realizar, por ella y con ella, Su providencia, hasta cuando el “Templo” dejó egresar a la Virgen de quien se encarnó Jesús.

El velo del Templo se rompió en dos en la crucifixión de Jesús, expresando una realidad profunda: si el Templo es el espacio de encuentro del ser humano con Dios, entonces él ha sido en el Antiguo Testamento el “templo” por excelencia, mientras que hoy, en el Nuevo Testamento, - después que el velo se partió en dos-, todo el mundo puede convertirse potencialmente en el templo cósmico de DiosÂ… El “Templo” que el cristianismo quiere hoy es para la crianza de nuestros hijos, es la universidad de todas las universidades. La educación cristiana no se trata de meras lecciones religiosas o sociales, etc.; es la educación de todos los planes de estudios; es la filosofí­a de todas las ciencias humanas y tecnológicas. Los filósofos de antaño admitieron que las ciencias humanas, sin una verdadera orientación espiritual y humana, se vuelven dañinas sobre la humanidad y no causan ni algo bueno ni desarrollo.

El “Templo” es, pues, todas las universidades en su diversidad, pero siempre cuando las encabeza el soplo del Espí­ritu y de los valores cristianos. Todas las ciencias y todas las universidades constituyen pequeñas facultades en la Universidad del “Templo”, cuando el espí­ritu cristiano las orienta. La conmemoración de la Presentación de la Virgen al Templo fomenta en nuestros corazones el deseo de construir escuelas y universidades como templos verdaderos que allanen el camino, con todas las ciencias y tecnologí­as, delante de Dios para que se cumpla Su divina providencia por la salvación del ser humano, su felicidad y crecimiento a Su “imagen y semejanza”.

Oramos para que todas nuestras escuelas y universidades “produzcan” egresados a la imagen de la Virgen Marí­a que manejen todas las tecnologí­as, las artes y las ciencias, pero sólo para beneficio del ser humano. Amén.

 
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