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27 de septiembre de 2015

La Exaltación de la Vivificadora y Santa Cruz del Señor

Domingo 27 de Septiembre de 2015

Conmemoración de la Exaltación de la Vivificadora y Santa Cruz del Señor

1 Cor. 1:18-24- Juan 19, 6-11; 13-20; 25-28; 30-35

En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espí­ritu Santo.

”La Cruz es el guardián de la tierra entera; La Cruz es la belleza de la Iglesia; La Cruz es la fuerza de los reyes; La Cruz es la firmeza de los fieles; La Cruz es la gloria de los ángeles y la herida de los demonios.”

(Exapostelarión)

Hoy conmemoramos la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, y con ella celebramos tres acontecimientos históricos, todos ellos asociados a la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Primeramente el hallazgo por la emperatriz Santa Elena, madre del santo emperador Constantino de la Cruz en la cual nuestro Señor obró nuestra redención, en el año 320, segundo la dedicación de iglesias construidas por orden de este santo emperador, en el sitio en el cual se encuentra el Santo Sepulcro y el monte Calvario, y por último, la restauración de esta sagrada reliquia por el emperador Heraclio II, quien la recuperó de manos de los persas en el año 628, puesto que en el año 614 el rey Cosroes II de Persia, invadió el imperio Bizantino y conquistó Jerusalén, llevándose la santa Cruz como trofeo. Pero en el 628 el emperador Heraclio II logró derrotarlo y recuperar así­ la santa reliquia, un dí­a como hoy, un 14 de septiembre conforme el calendario juliano, usado por nuestra Iglesia.

Pero en un sentido más profundo, esta fiesta, celebra la Santa Cruz como el instrumento de nuestra salvación, este instrumento de tortura, diseñado para degradar al peor de los criminales, hoy para nosotros los cristianos se convierte en el árbol que nos da vida verdadera y eterna. Hoy en el pasaje que hemos leí­do de la primera carta a los corintios el Santo Apóstol Pablo nos da una ferviente lección al respecto cuando exclama que la predicación de la Cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan, para los buenos cristianos es fuerza de Dios. Seguidamente explica siguiendo a las sagradas escrituras que Dios destruye la sabidurí­a de los Sabios, y declara vana la inteligencia de los que este mundo estima como: inteligentes. Dios por medio de la cruz hizo enloquecer la sabidurí­a del mundo, nos preguntamos: ¿por que? Y ¿Por que quiso salvarnos por medio de la cruz? Todos los cuestionamientos nos llevan a la respuesta del Apóstol, que el mundo mediante su propia sabidurí­a no conoció a Dios, pero Dios quiso en Su Divina Sabidurí­a, salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación de esta cruz, de un Cristo crucificado, escándalo para los judí­os, necedad para los gentiles, mas para los que son salvados, lo mismo judí­os que griegos, Cristo crucificado en su aparente debilidad es la Fuerza y Sabidurí­a de Dios. Ahora si el cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz? Además la Resurrección, más que la Cruz, darí­a el sentido a nuestra vida como cristianos. Pero el escándalo de la Cruz, que enuncia San Pablo nos revela que esta Cruz es la manifestación absoluta de la libertad y del amor del Dios hecho hombre. Asimismo el Salvador nos dice: 'El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí­ mismo, que cargue con su cruz y me siga'; resulta fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor, cuando multiplica los panes o nos enseña y cura, pero ¿en la cruz?, ¡Qué bien estamos aquí­!, decí­a Pedro frente a la belleza esplendente de su maestro transfigurado, pero en ví­speras de la pasión, en Getsemaní­, este mismo se duerme, para luego negarle. Pero la naturaleza ambigua del dolor, se manifiesta que aquel que no sufre, queda inmaduro espiritualmente, no crece, en cambio quién acepta el dolor desde el entendimiento del misterio de la cruz de Cristo, se santifica, alcanza la verdadera vida.

Por otro lado en la lectura del Santo Evangelio que hoy hemos escuchado el evangelista Juan nos relata la santa pasión de nuestro Señor, y como los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte, y fueron a un pagano, a Pilato a pedirle su crucifixión, pero este se excusa diciendo: “Tomadle vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en Él.” Para luego contestarles en forma sarcástica: “¿A vuestro Rey voy a crucificar?” no obstante se lo entregó para que fuera crucificado. El amor de Dios para con el ser humano, se reveló en la Cruz, pese a la respuesta de su pueblo a este amor. Elevamos pues, hoy nosotros también la Preciosa Cruz de nuestro Salvador Cristo y la veneramos con fe y amor, sabiendo que, para los creyentes, la Cruz es “fuerza de Dios y sabidurí­a de Dios”, mientras para otros no ha dejado de ser “escándalo” y “necedad”, tal como lo fue para los judí­os y para los griegos de la época del Apóstol Pablo. 

El célebre padre de la Iglesia, llamado: “Padre de la ortodoxia”, San Atanasio quien nació cerca del 295 en Alejandrí­a de Egipto, nos enseña, en su tratado: Sobre la Encarnación del Verbo, que el Salvador ha tomando un cuerpo semejante al nuestro, el cual lo entregó por todos a la muerte, lo ofreció al Padre y lo hizo de una manera benevolente para que muriendo todos en él se aboliera las consecuencias de la ley de la corrupción, y pudiera de esta forma darnos vida en su muerte, y por la apropiación de su cuerpo haciendo desaparecer la muerte por la gracia de su resurrección.

En consecuencia, como ofrenda y sacrificio libre de toda impureza, el Salvador condujo a la muerte el cuerpo que habí­a tomado para sí­ de tal forma que mediante esta muerte desapareciera la muerte de todos los que le son semejantes, por la ofrenda de uno semejante. El Logos ofreciendo su propio templo y el instrumento corporal como sustituto por todos pagaba la deuda con su muerte y como el incorruptible hijo de Dios estaba unido a todos los hombres a través de un cuerpo semejante a los de todos revistió en consecuencia a todos los hombres de incorruptibilidad a causa de su resurrección., ya que: “Ningún otro podí­a recrear a los hombres según su imagen, excepto quien es la imagen del Padre; ningún otro podí­a resucitar y hacer inmortal a un ser mortal, excepto la vida misma”. San Atanasio sostiene que este cuerpo de Cristo, como cuerpo individual representa todo el género humano, y que con su muerte paga la deuda de todos y su incorruptibilidad es transmitida a todos. De este modo la estirpe de los hombres hubiera sido destruida si el Señor de todo y el Salvador, el Hijo de Dios, no se hubiera presentado para ponerle fin a la muerte. Atanasio pone el siguiente ejemplo: Así­ como un Rey llega a una ciudad y habita en una de sus casas y tal ciudad por ello se hace digna de honores y temible para los salteadores, así­ sucede con el Rey de todas las cosas pues habiendo llegado a nuestra tierra habitó un solo cuerpo semejante al nuestro. El Logos del Padre absolutamente bueno no descuidó el estirpe de los hombres que él habí­a creado y que se encaminaba a la corrupción sino que con la ofrenda de su propio cuerpo borro la muerte que les habí­a afectado y corrigió la negligencia humana con su enseñanza y reformando la condición humana con su poder.

Al decir esto Atanasio, se señala que no era obra de otro librar a los hombres de la corrupción sino del Logos divino que los habí­a creado en un principio a su propia imagen. Este Logos encarnado, Cristo Dios, puso fin a la ley que pesaba sobre nosotros y nos renovó dándonos la esperanza de la resurrección, puesto que la muerte dominaba en todos los órdenes de la vida del hombre, y por esto gracias a la encarnación se produjo la destrucción de la muerte y la resurrección de la vida, siendo que por el hombre vino la muerte también por un hombre vino la resurrección de los muertos.

El mismo concepto de muerte natural es renovado por la esperanza pues ahora dice Atanasio, ya no morimos como condenados, sino que esperamos despertar y aguardar la resurrección universal de todos que en su tiempo nos revelará a Dios quien la produjo y nos la garantizó. Esta por tanto, la restauración de nuestra imagen y semejanza con la imagen y semejanza de Dios la causa principal de la encarnación y redención por medio de la cruz del Salvador, Atanasio afirma que lo sufrido por Cristo en la cruz es verdaderamente divino por varias razones: Porque la muerte que golpea a los hombres sobreviene por la debilidad de su naturaleza pues al no poder perdurar en el tiempo se descomponen con los años, pero como el Logos es la fuerza divina, el poder de Dios, la vida en si, no era conveniente a su naturaleza morir a causa de debilidad como si fuera de una naturaleza débil, ya que no era posible que enfermara el que curaba las debilidades y enfermedades de los hombre, si bien tuvo hambre no murió de hambre, pero su muerte debí­a acontecer como ocasión de ofrecer un sacrificio no de si mismo sino de otros. De tal manera no habí­a debilidad en El sino que más bien se hací­a conocer como salvador y vida porque aguardaba a la muerte para destruirla y se esforzaba por soportar hasta el fin la muerte que se ofrecí­a por la salvación de todos. De tal modo el Salvador vino a poner fin a la muerte de los hombres de allí­ que no abandonara su cuerpo a la muerte natural. Si no que la recibió de los hombres, para hacerla desaparecer totalmente. Por otro lado era necesario que la muerte preceda a la resurrección porque de lo contrario no existirí­a resurrección si la muerte no se hubiera producido. De ahí­ que si la muerte del cuerpo hubiera acontecido ocultamente al no ser ella evidente y no haber ocurrido ante testigos, su resurrección habí­a sido también invisible y sin testigos ¿Cómo entonces mostrarí­a el final de la muerte y su victoria sobre ella, sino le habí­a hecho comparecer a la vista de todos, para probar que estaba muerto.

Y por lo que muere en la cruz para mostrarnos que era poderoso sobre todo tipo de muerte y al respecto Atanasio dice que Cristo como un valeroso atleta, grande por su inteligencia y coraje, no escoge a sus adversarios, para que no se sospeche que tiene miedo de algunos, a fin de vencer al que ellos le asignen, de tal manera Cristo no ha imaginado para si mismo tal genero de muerte para su cuerpo, sino que ha aceptado y soportado una muerte que vení­a de los demás, de sus enemigos, una muerte que estos creí­an horrible, ignominiosa y abominable, la muerte de la cruz así­ destruyendo esta muerte muestra que el era la vida verdadera, la que aniquila el poder de la muerte, con todo esto, ha sucedido conforme expresa el alejandrino una cosa admirable y extraña: la muerte vergonzosa que ellos pensaban fue el trofeo de su victoria contra la propia muerte.

Atanasio, a su vez afirma que ninguna otra clase de muerte nos era más útil y es por ello por lo que Cristo la ha sufrido por nosotros. El vení­a a soportar la maldición que pesaba sobre nosotros, y por ello mismo el se ha hecho maldición. Tal en efecto es la muerte sobre la cruz, pues está escrito en el libro del Deuteronomio: “Maldito el que está colgado del madero” (Dt. 21,23) La muerte de Cristo es una redención para todos los hombres y Atanasio dice que Cristo muere con las manos extendidas llamando y recibiendo a la humanidad, “Cuando sea elevado, dice el Señor, atraeré a todos hacia mi” (Jn. 12,32) De tal modo el nos abre el camino que sube a los cielos, y la cruz es una especie de escalera, el Logos no tení­a necesidad de que se le abran las puertas, puesto que es el Señor de todo y ninguna de las criaturas estaba cerrada a su creador, pero éramos nosotros quienes tení­amos necesidad y el nos ha elevado por medio de su pasión y resurrección.

“El hombre, expresa Atanasio, teme por naturaleza a la muerte y a la disolución de su cuerpo, y lo mas maravilloso es que los que se ha revestido de la fe de la cruz, deprecia ese sentimiento natural y por Cristo no teme ya a la muerte”

Es Cristo, Quien nos garantiza a cada uno la victoria sobre la muerte y destruye el poder de ella en cada uno de los que tienen fe en el y llevan el signo de la cruz. La muerte, por tanto ha sido aniquilada por medio de la cruz del Señor, por tanto, Cristo es nuestro Salvador y nuestra verdadera vida, y la demostración de ello lo dan los hechos, que son mas claros que todos los discursos, pues ellos son fácilmente accesibles para el que tiene sano el ojo del espí­ritu, el cuerpo resucitado del Señor da garantí­a de esto, y que por Cristo, la humanidad ha aplastado a la muerte.

Por tanto, agradecidos exclamemos jubilosamente: “Siendo exaltada, la Cruz incita a toda la creación a alabar la Pasión Inmaculada. La Pasión de Aquél que fue elevado sobre Ella; Porque Él ha dado muerte a aquél que nos ha matado; Y siendo muertos, nos revivificó, nos embelleció y, por Su Inmensa Bondad, nos hizo nuevamente dignos de morar en los cielos, siendo Compasivo. Por consiguiente ¡Exaltemos Su Nombre y Magnifiquemos Su Infinita Condescendencia!”

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