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09 de abril de 2016

El Sacramento De La Santa Unción

El Sacramento De La Santa Unción



Introducción



Durante la Gran Cuaresma existe la costumbre de oficiar en las parroquias ortodoxas el sacramento de la Santa Unción. Este sacramento se oficia por la sanación del alma y el cuerpo, y para el perdón de los pecados. Al finalizar el oficio del sacramento, se signa el cuerpo con óleos y se ruega por el descenso de la gracia de Dios, que cura las dolencias de alma y cuerpo, sobre cada una de las personas presentes. El sacramento es celebrado por un conjunto de sacerdotes, que idealmente deberí­an ser siete, pero que sin embargo, puede ser oficiado por un número menor o hasta un sacerdote solo.

La Santa Unción



Cuando uno está enfermo y doliente, con frecuencia es un perí­odo de la vida en que uno se siente solo y aislado. El sacramento de la Unción de los enfermos o de la Santa Unción, como también se conoce, nos recuerda que cuando estamos en dolor, sea fí­sico, emocional o espiritual, Cristo está presente entre nosotros por medio del ministerio de Su Iglesia. Está entre nosotros para ofrecernos la fuerza para enfrentar los desafí­os de la vida y aún la muerte.

Al igual que en la Confirmación o Crismación, también en este sacramento se usa óleo como signo de la presencia de Dios, Su fuerza y Su perdón. Luego de leer siete pasajes de las Epí­stolas de los Apóstoles y siete pasajes del Evangelio, y siete oraciones especiales dedicadas a la sanación, el sacerdote unge el cuerpo de los presentes con el Santo í“leo. La Ortodoxia no considera que este sacramento esté sólo destinado a los agonizantes o moribundos. Se ofrece también a todos aquellos que estén enfermos en cuerpo, mente o espí­ritu.

Cristo vino al mundo para cargar nuestras faltas. Uno de los signos de su misión mesiánica era curar a los enfermos. El poder de curar permanece en la Iglesia ya que Cristo mismo permanece en la Iglesia por medio del Espí­ritu Santo.

El sacramento de la Unción de los enfermos es la oración especí­fica que la Iglesia eleva por la sanación. Si la fe de los fieles es suficientemente firme y si es la voluntad de Dios, tenemos razones suficientes para creer que el Señor puede curar a los enfermos.



Podemos encontrar el sustento bí­blico de este Sacramento en la Epí­stola de Santiago 5:14-16.

¿Está alguno enfermo entre vosotros? llame á los presbí­teros de la iglesia para que oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo y el Señor lo levantará; y si estuviere en pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos; la oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho.

En la literatura cristiana antigua podemos encontrar testimonios indirectos del Misterio de la Unción en los escritos de San Irineo de Lyon y en Orí­genes. Más adelante hay testimonios claros del sacramento en San Basilio el Grande y San Juan Crisóstomo, quienes dejaron oraciones para la sanación que luego entraron en este rito de la Unción, y también en los escritos de San Cirilo de Alejandrí­a. En el siglo V, el papa Inocencio I respondió una serie de preguntas con respecto al Misterio de la Unción, y en las respuestas indicó que: a) debe ser oficiado para fieles “que están enfermos”, b) puede ser oficiado también por un Obispo, porque de las palabras del Apóstol: “que llame a los presbí­teros de la iglesia” no se debe entender que prohí­be que un Obispo participe de esta acción; c) la unción no puede oficiarse sobre aquellos que tienen “una penitencia eclesiástica” porque es un “Misterio” y ¿cómo se le puede ofrecer un Sacramento a quien está privado de los demás?

El objetivo expreso del Sacramento de la Santa Unción es la sanación y el perdón. Desde que no siempre es la voluntad de Dios que el cuerpo se cure, la oración de Cristo que dice que se haga la voluntad de Dios permanece vigente en este sacramento también. Además, la intención del sacramente claramente es que por medio de la unción con óleos del cuerpo enfermos, se santifiquen los padecimientos de la persona y se unan a los sufrimientos de Cristo. De esta manera, se consagran las heridas de la carne y se le otorga fuerza al enfermo para que sus penas no lleven a la muerte del alma sino a la eterna salvación en la resurrección y vida del Reino de Dios.

La muerte es inevitable, todos moriremos, aún aquellos a quienes se les otorga la gracia de la sanación para que tengan más tiempo en la tierra. Por ello, la curación de los enfermos no es el fin en sí­ mismo, sino un mero “instrumento” concedido por Dios como signo de su misericordia y como gracia para dar al ser humano una nueva oportunidad de vivir para Él y para el prójimo en este mundo.

En aquellos casos en que la persona está claramente en los últimos momentos de su vida en la tierra, la Iglesia tiene oraciones especiales para la “separación del alma del cuerpo”. Así­ queda claro que el sacramento de la Santa Unción es para quienes están enfermos tanto fí­sica como espiritualmente, y no queda reservado solo para el momento de la muerte. Este sacramento no es como un “último rito” como a veces se piensa, el rito de ungirse con óleo no indica de manera alguna que deberí­a ser administrado solamente en casos “extremos”. La Santa Unción es el sacramento para la curación espiritual, fí­sica y mental de una persona enferma cualquiera sea el estado de gravedad de la dolencia.

Celebración Ortodoxa del Sacramento de la Santa Unción



El sacramento propiamente dicho requiere de siete sacerdotes, siete lecturas de las Epí­stolas, siete del Evangelio, siete oraciones y siete unciones con aceite especialmente bendecido para el oficio. Aunque no siempre se puede celebrar el sacramento de esta manera, el procedimiento normal sigue siendo reunir la mayor cantidad de sacerdotes posible.

Los fieles se acercan para ser ungidos con la Santa Unción “… para la curación del alma y del cuerpo”. Al final del oficio el sacerdote unge a los fieles realizando la señal de la cruz en la frente, en la nariz, en los pómulos (bajo los ojos), en la boca, en el pecho, en las manos (por ambos lados) diciendo: “Para curación del alma y del cuerpo”.

Orden del Oficio

1.Oraciones introductorias y Salmos 142 & 50
En estos Salmos confesamos a Dios nuestra pecaminosidad y Le pedimos que nos limpie y “renueve un espí­ritu recto dentro de nuestro” (Salmo 50:10).

2.Canon
En esta serie de versos que leemos y cantamos, pedimos a Dios que muestre Su misericordia sobre nosotros y limpie nuestras almas, que nos libere del poder del maligno, que otorgue la salvación a quienes están enfermos o abatidos y que nos conceda la curación de nuestras almas y cuerpos. Al final de una serie de versos, pedimos a Dios que renueve nuestras vidas para que podamos bendecir, agradecer y glorificar a Dios por siempre.

3. Plegarias cortas o Troparios a los Santos
Rezamos a los santos, especialmente a aquellos que han ayudado a los enfermos y sufrientes, y a aquellos que han sido martirizados para Gloria de Dios, y también a la Madre de Dios para que intercedan por nosotros y por la salvación de nuestra alma.

4. Lecciones y oraciones de las Epí­stolas y Evangelios
Hay siete lecturas de las Epí­stolas y del Evangelio, y siete oraciones.

a. Santiago 5:10-16; San Lucas: 10:25-37
b. Romanos 15:1-7; San Lucas 19:1-10
c. I Corintios 12:27-31; 13:1-8; San Mateo 10:1,5-8
d. II Corintios 6:16-18, 7:1; San Mateo 8:14-23
e. II Corintios 1:8-11; San Mateo 25:1-13
f. Gálatas 5:22-6:2; San Mateo 15:21-28
g. I Tesalonicenses 5:14-23; San Mateo 9:9-13

Cada una de las siete oraciones pide por la remisión de nuestros pecados, la curación de nuestras almas y cuerpos y la vida eterna.

Himnos y Oraciones del Sacramento de la Santa Unción

Tropario – Tono 4

Ciego de ojos espirituales, yo avanzo hacia ti, oh Cristo, como el ciego de nacimiento, y con arrepentimiento te clamo: Ten piedad de mí­. Tú que iluminas con luz resplandeciente a los que están en tinieblas.

Tropario – Tono 3

Por tu divina intercesión, oh Señor, despierta a mi alma, cruelmente paralizada por pecados de toda especie y por acciones abominables, como tu anteriormente pusiste de pie al paralí­tico, pueda yo exclamarte: Concédeme la salud, oh Cristo compasivo.

Troparios - Tono 4

¡Oh! Santos anárgiros que poseéis la fuente de los remedios acercad la curación a todos los que os la piden, porque habéis sido juzgados dignos de los más grandes favores de parte de la fuente inagotable que es Cristo Salvador. El Señor os dijo como imitadores de los Apóstoles: 'He aquí­ que os he dado poder sobre los espí­ritus impuros para que los podáis arrojar y curar toda enfermedad y debilidad'. Habéis vivido sumisos a éstas órdenes: recibisteis gratuitamente, dad también gratuitamente curando los sufrimientos de nuestros cuerpos y nuestras almas.

Accede a las oraciones de tus siervos, oh Purí­sima, Tú que calmas los violentos ataques a que estamos sujetos y nos libras de toda adversidad; porque eres Tú la única ancla firme y segura que tenemos y nos gozamos de tu mediación. Has que no seamos confundidos, oh Madre nuestra, al invocarte; apresúrate a aceptar las súplicas de los que te claman con fe: Salud, Señora nuestra, socorro de todos, alegrí­a, protección y salvación de nuestras almas.

Oración para la Unción

¡Oh, Padre Santo! médico de las almas y de los cuerpos, que enviaste a tu Hijo íšnico, nuestro Señor Jesucristo, a curar toda enfermedad y a librarnos de la muerte, alivia a tu siervo (N). de la enfermedad fí­sica y espiritual que lo tiene postrado, por la gracia de Tu Cristo, por la intercesión de nuestra Santí­sima Señora, la Santa Madre de Dios y siempre Virgen Marí­a; por la virtud de la preciosa Cruz vivificadora, por las oraciones del Santo, glorioso, profeta y precursor San Juan Bautista; de los Santos, gloriosos y célebres Apóstoles; de los santos mártires gloriosos y triunfadores, de nuestros justos y teóforos padres, de los Santos médicos, anárgiros, San Cosme y San Damián, Ciro y Juan, Pantaleón y Ermelao, Sansón y Diómedes, Moisés y Aniceto, Talaleo y Tifón, de los Santos y Justos ancestros de Dios, San Joaquí­n y Santa Ana, y de todos los Santos. Porque Tú eres la fuente de la salud y te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espí­ritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

 
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