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14 de marzo de 2022

El Arrepentimiento

Sermón de San Juan Taumaturgo (Maximovich), Arzobispo de Shangai y San Francisco

«¡Oh! Señor, Dador de la Vida, ábreme las puertas del arrepentimiento».

Arrepentimiento en griego se expresa con la palabra «μετάνοια» (metanoia). En sentido literal significa la transformación de la mente, de la manera de pensar. En otras palabras, el arrepentimiento es el cambio de nuestro ánimo, de nuestra forma de pensar, la transformación del hombre en su interior.

El arrepentimiento es la revisión de nuestras opiniones, la transformación de nuestra vida.

¿Y cómo puede ocurrir? Del mismo modo cuando una habitación oscura en la que entra una persona se ilumina con los rayos del sol: mientras esa persona observa la habitación en la oscuridad, la ve de un modo - no ve mucho de lo que en ella hay y hasta no puede siquiera suponer que esas cosas pueden estar allí. Muchos objetos no se le presentan de la manera en que son en la realidad. Tiene que moverse con cuidado, ya que no sabe dónde puede encontrar un obstáculo. Pero cuando la habitación se ilumina, ve todo con claridad y se mueve con libertad.

Lo mismo ocurre en la vida espiritual.

Cuando estamos inmersos en el pecado, y nuestra mente está ocupada solo con las preocupaciones mundanas, no nos percatamos del estado de nuestra alma. Somos indiferentes a nuestro estado interior y constantemente nos movemos por un camino errado, sin siquiera darnos cuenta de ello.

Pero apenas entra en nuestra alma un rayo de la Luz de Dios, ¡cuánta suciedad vemos en nuestro interior! ¡Cuánta mentira, cuánto engaño! ¡Cuán escandalosos nos parecerán muchos de nuestros actos que veíamos como maravillosos! Veremos con claridad que vamos por el camino incorrecto y también veremos el camino correcto con claridad.

Si en eses momento reconocemos nuestra futilidad/ pequeñez espiritual, nuestra pecaminosidad y deseamos corregirnos de todo corazón – entonces estaremos cerca de la salvación. Clamemos desde el fondo de nuestra alma a Dios: «¡Ten piedad de mí, oh, Dios, ten piedad por Tu misericordia!» «¡Perdóname y sálvame! ¡Concédeme ver mis propios pecados y no juzgar a mi hermano!».

Al comenzar la Gran Cuaresma, apurémonos a perdonarnos todas las ofensas y aflicciones que nos hayamos causado. Que siempre resuenen en nuestras almas la palabras del Evangelio del Domingo del Perdón: «Porque si perdonareis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial. Mas si no perdonareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas» (San Mateo 6: 14-15).

 
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