“El padre nació el 15 de julio de 1936 en el pueblo de Nichatovo, en provincia de Pinsk, Bielorrusia, en el seno de una familia campesina numerosa. Sus padres, Alexis Iwaszewicz y María Bognat, sirviéndose de la ocupación polaca, emigraron a Sudamérica en el año 1937, salvándose así, del régimen de terror que asolaba a su patria, Rusia y también de la guerra.
Al llegar a la Argentina, la familia Iwaszewicz inmediatamente se preocupó por encontrar un hogar y trabajo. Hacia ellos se aproximó el Protopresbítero Constantino Izrastzoff, considerado el Apóstol de Sudamérica, y a partir de entonces comenzaron a asistir permanentemente a los oficios religiosos en la Catedral de la Santísima Trinidad.
Desde niño el Padre servía en los oficios como monaguillo junto a los nietos del Padre Constantino. La familia encontró un lugar en Pompeya, a unas cuantas cuadras pasando el puente de La Noria, en un barrio industrial. María abrió un negocio y Alexis trabajaba en una fábrica. Valentín comenzó a asistir a un colegio público, en épocas en las que todavía se enseñaba Catecismo en las escuelas estatales. El día en que la madre lo trajo para inscribirlo, en un castellano deficiente, pidió que a su hijo, Valentín, no lo excluyeran de esta materia. Este pedido surgió debido que el País, católico, no les imponía a los inmigrantes otra religión y, como manifestación de respeto, las autoridades de los colegios, les ofrecían a los padres que profesaban otro credo, retirar a sus hijos más temprano.
El Padre Valentín les contaba a todos – incluso en reuniones en que le cupo estar frente a frente con Presidentes de la Nación, cómo su madre repetía: “-¡sí, sí, mi hijo también participa de la clase!”- Aseguraba con su relato el Padre Valentín, el hecho de que la Argentina históricamente se cuenta como un país tolerante con las religiones y que los intentos por cambiar las leyes sobre la religión llevan un espíritu contradictorio.
Al terminar el ciclo secundario, inmediatamente salió a buscar trabajo para ayudar a sus padres. ¡Es incontable la cantidad de lugares en los que el joven y energético padre trabajó! Es en ese tiempo y en una de sus múltiples actividades, cuando conoce a quien fuera su esposa, (su matushka luego de su ordenación), y para nosotros, la querida, humilde, paciente y abnegada esposa, compañera y madre, Matushka Marta.
A pesar del poco tiempo que tenía para sí mismo, el joven Valentín se preparaba para rendir los exámenes de Teología y Litúrgica. Siempre recordaba con qué fervor defendía sus conocimientos frente a Vladimiro Schostak en el día del examen.
En el año 1968, el día de San Nicolás, Valentín convenció a su madre para no ir a misa a la Catedral de la Santísima Trinidad, sino a la Catedral de Núñez, ya que allí lo iban a ordenar sacerdote. Por lo que empezó a contarle a su madre sobre sus grandiosos planes pastorales. La sabia María contestó en forma concisa a su hijo: -“No olvides hijito, que todas las grandes acciones, fueron hechas con las promesas de los ricos y poderosos, pero con el dinero y trabajo de los pobres…”- No fue ordenado ese día.
En Trinidad del año 1969 el Arzobispo Leoncio, con quien conservaría para siempre un importante vínculo espiritual, lo ordenó sacerdote en la Catedral de la Santísima Trinidad. Convirtiéndose así, en el segundo sacerdote en la histórica iglesia. Bajo el rectorado del Arcipreste mitrado Teodoro Formanchuk.
Paralelamente a este tiempo que relatamos, en el año 1956el Patriarcado de Moscú, que esperó el fallecimiento del Protopresbítero, Mons. Constantino, promovió un juicio por las propiedades de la Iglesia. Luego de muchos años de litigio, todo indicaba que debíamos entregar nuestra iglesia al Poder Comunista. El Padre Teodoro despedíase ya de la iglesia y de sus pertenencias con tristeza, y no creía imprescindible informar los detalles sobre este serio asunto a su segundo, pero el joven Padre Valentín no se resignaba a este estado de cosas y al desaliento casi general por esta cuestión tan grave. De manera que y pese a no tener ninguna experiencia en procesos judiciales, luego de haber llegado a un acuerdo con tres amigos: Jorge Izrastzoff (nieto del Padre Constantino), Enrique Fiocca (eficaz Escribano y amigo de la infancia) y el Dr. Noel Mass (abogado brillante) una mañana temprano, resueltos y no menos valientes, fueron al Palacio de Tribunales. En ese enorme edificio, unos empezaron a recorrerlo desde arriba y otros desde abajo, a “barrer los pisos”, entraron oficina por oficina preguntando si tenían allí el expediente de ese juicio. ¡Al final del día lo encontraron! Se presentaron como representantes oficiales de la Iglesia y comenzaron a estudiar el tema. Inmediatamente el Padre Valentín empezó a exigir de los abogados y del poder judicial argentino la aplicación de leyes específicas sobre este tema. Todo esto lo dirigió personalmente.
Estudiaba las leyes por las noches. Por las mañanas iba al Tribunal. Tomaba los consejos de los abogados, quienes le recibían sin exigirle honorario alguno. Sorprendidos muchos en las reuniones judiciales, le preguntaban: “¿Usted padre, también es abogado?”
Por Providencia de Dios, la verdad se impuso y la buena noticia de la victoria final obtenida al cabo del largo y complejo proceso judicial, nuestro Padre la recibió de pie, frente al Trono del altar. Ofició la Liturgia asistido por sus hijos, los sacerdotes Pablo y Alejandro. El P. Valentín cayó de rodillas y comenzó a llorar como un niño, abrazado a sus hijos en el altar.
Haciendo caso omiso de su derrota, el Patriarcado de Moscú, se declaró insolvente, eludiendo de este modo, su responsabilidad por el pago de los costos del juicio. Tanto que, finalmente hubo de pagar la iglesia la friolera (de más de U$D 20.000). Inverosímil cantidad para esa época. Este importante detalle, en un futuro, se convertiría en el “caballo de batalla” del Padre Valentín en los encuentros con los representantes del Patriarcado de Moscú, quienes descaradamente procuraban convencerlo de que se una a ellos, a lo que él contestaba: -“¡Ustedes son deudores, paguen su deuda ante la iglesia y después hablaremos!”-. Es más, el padre Valentín no trataba de evitar las reuniones con dichos representantes. Él no temía hablar con ellos, por el contrario, lo consideraba útil. Con gusto los invitaba a tomar una taza de té y hablaba largo tiempo entrando, de vez en cuando, en el debate con los representantes de los diferentes rangos jerárquicos, desde simples sacerdotes hasta quien es hoy el actual Patriarca. En estos encuentros, creemos, habían alcanzado cierto entendimiento, más que en los párrafos del Acta de Unión firmada en el año 2007.
Al principio de los años 70, siendo aún novel sacerdote, fue enviado con una misión por parte de la Jerarquía Episcopal: vender las viejas propiedades olvidadas de la Iglesia en la localidad de Tres Capones, Provincia de Misiones, fundada por Mons. Izrastzoff, que ya nadie necesitaba. El padre Valentín viajó con su esposa e hijos hacia lo desconocido. En Tres Capones, los recibieron fríamente. Los ubicaron en un lugar vacío y sucio en el edificio de la Municipalidad (que se encontraba en el predio de la iglesia), sin electricidad y sin agua. Alejada, alrededor de doscientos metros desde la Municipalidad, se encontraba, entre pastizales, la abandonada iglesia de barro y el campanario de madera con dos campanas todavía de la época de la Madre Rusia Imperial. Vacío todo y frío. - “¿Qué hacemos?” –preguntó su buena matushka - “¿Y qué hace un sacerdote? ¡Oficiar!” – fue la tajante respuesta del Padre. Limpiaron el camino hacia la iglesia y la propia iglesia. A la siguiente mañana, el Padre comenzó a tañir las grandes campanas. Abrió la iglesia y se preparó para el oficio. La población de Tres Capones con timidez empezó a aparecer. Se juntó el pueblo encabezado por Don Juan Zbigle (lector). El padre Valentín se presentó, pero sin manifestar el motivo de su visita, invitando a rezar a los presentes. Y en el mismo instante de la primera exclamación, al escuchar el fuerte “Amén” de parte de todos, el joven sacerdote tomó la decisión de desobedecer la orden y no vender nada. Tomó bajo su propia protección la parroquia de Tres Capones, en aquel entonces bajo la jurisdicción del Arzobispo de Montreal y Canadá, Monseñor Vitaly. Monseñor Vitaly vino a la Argentina sin comunicárselo al Padre, para comprobar la verdadera razón de “tan seguidos y sospechosos viajes del sacerdote al Norte”. Ya que la ignorancia, impregnada de mala fe se expresaba diciendo… -“ que el padre tiene un hotel y negocios secretos privados…”
Recordamos muy bien cómo el Obispo Vitaly manejó parte de los 1000 kilómetros de ruta. Y cómo se paralizó por la sorpresa, al bajarse del auto a la mañana siguiente antes del oficio, al ver a una multitud de personas con velas en sus manos y a las mujeres cubiertas con un pañuelo blanco. Al instante el Arzobispo sacó su cámara fotográfica y empezó a tomar una gran cantidad de fotos.
Luego de esta visita, el futuro cuarto Metropolitano de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero, requirió ante el Sínodo de Obispos el rango de Arcipreste y la Cruz de oro para el padre Valentín. La cruz se la colocó personalmente quien fuera en ese momento el Metropolitano Filareto, hoy elevado al honor de los Altares, en la Catedral del Sínodo de Nueva York. Esa cruz Mons. Filareto la llevó junto a su Panaguía hasta el día en que condecoró al Padre.
Comprobado que no había ningún asunto personal del padre Valentín, en el mismo lugar donde estaba la iglesia de barro,se construyó una nueva, grande.
En el dibujo de los planos y el proyecto para la construcción de la nueva gran Iglesia del Manto Protector ayudó el arquitecto Nicolás Mundirov. El padre con sus propias manos hizo el hermoso Iconostasio, todo en cerámica, imitando nuestras mayólicas. En los últimos años él se preocupó especialmente en terminar éste trabajo. Sentado en su cocina todas las noches, pintaba las baldosas y las figuras, las ponía en un horno especial, munido de un temporizador para no dejar pasar el momento de apagar el horno. Dirigió también la colocación de las baldosas en el Iconostasio.
Al comienzo de su actividad en Tres Capones el Padre obtuvo un encuentro con el Sr. Irazábal, gobernador de la provincia de Misiones. Quien recibió una serie de propuestas de parte del padre Valentín, sobre el proyecto de urbanización de Tres Capones, desarrollado por el ingeniero Alejandro Mujanov.
Créase o no, el padre le propuso al gobernador establecer a lo largo del camino a la Cataratas del Iguazú (unos 360 km), instalaciones de servicio, con baño y agua potable cada cien metros. Gracias a su pastor, Tres Capones tuvo electricidad (el padre Valentín le pidió al gobernador extender una línea al pueblo, el cual se consideraba en extinción); colocó la primera bomba de agua para pozo (que aún existe como recuerdo). Pactaron con la Municipalidad la construcción de un nuevo edificio para la escuela primaria (hoy también escuela secundaria). El edificio de la escuela copió, en su arquitectura, los arcos y las galerías de la iglesia del Manto Protector.
Los nuevos edificios de la escuela, los nuevos tractores y topadoras de la Municipalidad fueron bendecidos por el padre Valentín, por pedido del gobernador de la provincia de Misiones. Con la activa participación del Padre se creó el escudo municipal de Tres Capones, donde están presentes las cúpulas de la Iglesia del Manto Protector.
El Padre heredó de su madre la sabiduría y la previsión. En Buenos Aires, reanudó, con éxito, el trabajo misionero que había comenzado el padre Constantino Izrastzoff. Oficiaba temprano la liturgia en castellano en el altar menor de la Catedral de Santa Trinidad. Para ello, creó un coro de argentinos y la Hermandad de San Sergio. Encargada (la Hermandad) de la traducción de literatura eclesiástica y espiritual al castellano. Los jueves se reunían los integrantes que eran sacerdotes, médicos, abogados, psicólogos, filósofos, escritores y periodistas, entre los cuales se hablaba el ruso, griego, hebreo, inglés, francés y alemán.
La Hermandad ayudó a crear un servicio de sepelios gratuito con la ayuda de una casa funeraria local, para aquellos que no podían solventarlo y no tenían familiares. De este grupo salió el primer sacerdote argentino en la historia de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el padre Miguel Berduc, quien fue ordenado diácono en el año 2000 y sacerdote el jueves santo del 2013.
Al convertirse en el superior de la Catedral de la Santísima Trinidad nuestro padre descubrió una caja de ingresos vacía, grandes deudas y facturas pendientes. Desde los tiempos del padre Constantino quedó la falsa creencia de que el clero de la catedral poseía grandes recursos financieros. ¡Cuán lejos de la realidad! Ni la propiedad de la iglesia, ni el dinero era guardado para beneficio del Padre Constantino o sus hijos (esta fue una de las razones por las que su hijo mayor dejó Argentina). Una casa de rentas, que desde tiempos del presidente Perón necesitaba grandes refacciones, no aportaba especiales ingresos, debido a la conocida ley de arrendamiento de esa época. La iglesia estaba necesitada de reparaciones mayores, por lo tanto, el Padre Valentín decidió transferir todos sus ahorros personales a la caja de la iglesia para cancelar las deudas y pagar las cuentas. Su hijo mayor protestó por ello, el menor nada comprendía. No obstante, accedieron a desprenderse de esa parte de su patrimonio.
El padre Valentín canceló las deudas y tomó en sus manos la refacción, profunda, del templo, con ayuda de los ingenieros Constantín Geringer, Jorge Rakitin e Igor Shmitov y muchas donaciones de profesionales y parroquianos de nuestra colonia rusa en el extranjero. ¡El templo y la casa revivieron!
Allí entendieron, sus hijos, la determinación de su padre.
Hospitalario por excelencia, consideraba un honor recibir huéspedes, ofrecerles su mesa. Cocinar personalmente para ellos. Ayudaba a los menesterosos. Alojaba en su casa a muchos que lo necesitaron. Nunca distinguió a las personas unas de otras por su posición. Supo tratar desde el más encumbrado hasta el más humilde, distinguiéndose por su especial consideración hacia éstos últimos.
No obstante, no pudo escapar a los rumores maliciosos. Por los que nunca se preocupó y hasta prohibió a sus hijos espirituales ejercer, por ello, defensa alguna de su persona.
También se hizo cargo de la correcta inscripción de nuestra Asociación en todas las instituciones y así la iglesia tuvo la posibilidad de utilizar los beneficios sobre algunos impuestos y derechos. No se pagó nada extra.
Tenía especial predilección por los niños y los jóvenes y trabajó arduamente por su educación. Aunque no formalmente, de modo espontáneo organizaba lecciones de Catecismo. Después de la liturgia de Navidad se vestía rápidamente como Papá Noel y distribuía regalos a los niños. Durante muchos años enseñó y alimentó espiritualmente a los niños de la escuela rusa San Alejandro Nevsky y de la organización de Scouts Rusos O.R.I.U.R., concurría a los campamentos y oficiaba al aire libre. Todos, con el ejemplo de los líderes, confesaban y tomaban la Comunión, luego de lo cual el padre Valentín preparaba un asado y les convidaba a todos.
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Así también impulsó y organizó campamentos con los niños y jóvenes de sus parroquias entre los años 1989 y 2002. Dichos campamentos se realizaban en Tres Capones, Misiones, y unían así a la generación joven de varias parroquias ortodoxas. Mucho era lo que la juventud recibía allí, principalmente en el plano espiritual con las oraciones en conjunto, las clases de catequesis y canto. Todos los jóvenes que participaron de esos campamentos hasta hoy día los recuerdan con añoranza y cariño, resaltando todos los valores y conocimientos aprendidos en ellos. Lamentablemente la crisis que sobrevino al país en el año 2001, no le permitió al padre seguir organizándolos dado que el mismo cubría casi la totalidad de los gastos teniendo en cuenta las dificultades de los padres.
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Con su activa y firme participación, tuvo lugar en Argentina el VII Congreso Internacional de la Diáspora Rusa de la Juventud Ortodoxa en el año1991. Nuevamente, aun cuando las autoridades eclesiásticas locales no estaban de acuerdo y todo indicaba que no habría ningún Congreso el Padre defendió a los organizadores,(siendo muy consciente de que sin ellos nada podía tener lugar). Gracias a Dios el congreso tuvo lugar. Y no solo eso. Por primera vez en la historia, la Argentina fue visitada por el Primer Jerarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el cual, a petición del Padre Valentín, asumió la dirección del Congreso. Pero eso no es todo: La visita largamente esperada se cumplió: ¡nuestro querido y amado hermano José trajo el Icono milagroso de la Madre de Dios de Iveria que emana miro, desde Montreal, al Congreso! Este evento fue causa de una gran elevación espiritual en toda la Diócesis.
Un preocupación constante del Padre fue invitar a los custodios de los íconos milagrosos para que visiten Argentina con los mismos. No esperó órdenes o decisiones del Sínodo, invitó y se hizo cargo de las visitas. El Icono milagroso de la Madre de Dios de Iveria junto con el Hermano José nos visitó varias veces. Sobre José, el P. Valentín atraía la atención de los jóvenes y organizaba reuniones y charlas. Porque no sólo el Icono era importante, sino también el mismo guardián era una bendición para nosotros. El Padre era consiente de una ventaja: con el hermano José teníamos un idioma en común – ¡el castellano!
Por invitación del padre Valentín nos visitó varias veces el Icono de San Nicolás que emana miro con su custodio, el padre Elías. Es más, su última visita en diciembre de 2014 también fue por iniciativa del Padre Valentín.
Sin dudarlo, viajó a Bariloche donde reunió y organizó la comunidad en honor a San Vladimiro Equiapostol. El terreno no era fácil: personas diferentes, con objetivos y conceptos diferentes. Pero el padre Valentín sorteó el obstáculo y ofició en el salón de la comunidad española para lo cual fue a la radio local a pedir que transmitan el lugar y horario del oficio ortodoxo. Se reunieron personas que se cruzaban con frecuencia en la ciudad, pero que no sospechaban que tenían una fe y raíces comunes. ¡Así nació la comunidad ortodoxa en Bariloche! En la actualidad ya tienen una iglesia y un salón de reuniones.
El padre sirvió también a nuestros hermanos serbios en Madariaga y en el Chaco, lugar donde el Padre Constantino se encargó de conseguir un terreno en Machagay para la construcción de un templo.
En la década del 90, cuando muchos marineros de Rusia y Ucrania se encontraron en Argentina sin protección, el padre Valentín los hospedó y alimentó. Les ayudó en la medida de sus posibilidades a encontrar trabajo. Había veces que los encontraba sentados en el Parque Lezama en invierno y al entrar a la casa parroquial ya desde abajo gritaba: “¡Mami! ¡Poné una olla al fuego, vamos a preparar té caliente!”. Mientras él iba a la panadería a comprar pan o facturas para los muchachos. La tradición de repartir almuerzos para las personas sin techo nació hace muchos años a partir del deseo del padre y por intermedio de las manos de matushka.
A menudo se lo escuchaba decir que la mayor alegría de los padres es cuando los hijos los superan. Por lo tanto, siempre se preocupaba de que toda su descendencia, familiar y espiritual, recibiera educación y pudiera pensar veraz y libremente. Los invitaba a hablar y le gustaba participar en las discusiones, incluso altercar con ellos.
Algunas personas opinaban que el padre Valentín era una persona muy relacionada, “con conexiones”. No era del todo así. Si era un hombre audaz y que lograba su cometido. Poseía la capacidad de saber utilizar las oportunidades que tenía a su alcance. Sabía cómo comportarse con las personas de alto nivel, pero prefería reunirse con la gente común. Con los primeros podía ver cualquier oportunidad que se le ofreciese, a los segundos los consideraba suyos. Por lo tanto, buscó la ayuda de los primeros en favor de los últimos. Por ejemplo, cuando todavía no existía el puente entre Posadas (Argentina) y Encarnación (Paraguay), para nuestra Pascua, las autoridades fronterizas abrían especialmente el puerto, luego de la medianoche y le proporcionaban un barco para que el Padre, luego de oficiar los Matutinos Pascuales y la Liturgia en Tres Capones, pudiera cruzar al otro lado del río Paraná y oficiar los Matutinos Pascuales en la Iglesia de San Nicolás en Encarnación, Paraguay.
El padre Valentín expresaba su amor a quienes lo rodeaban de una manera particular. No habiendo conocido ternura de su respetada madre, demostraba su amor y cuidado con regaños o gritos. Para él era más importante era que su interlocutor “llegue al conocimiento de la verdad”, que dejar una buena impresión de su persona. Abrazaba de manera intangible y lloraba en silencio. Muy pocas veces expresaba sus emociones, pero a pesar de ello amaba profundamente a su familia, tanto la de sangre como la espiritual, y estaba dispuesto a sacrificar sueño, comodidad y salud por nosotros. Cuando el p. Valentín no tiritaba algo hecho por sus cercanos, era signo de su aprobación. Y si llegaba a elogiar… eso ya era una gran felicidad y recompensa.
Durante su última Gran Cuaresma, estaba muy preocupado por llegar a Misiones. Cuando se despidió del p. Alejandro en el autobús, según la tradición familiar se despidieron antes de la Semana Santa diciendo: “¡Cristo resucitó! ¡En verdad resucitó!”. El padre Valentín abrazó a su hijo de manera inusualmente cariñosa y no pudo contener sus lágrimas. El p. Alejandro notó lo inusual de la situación pero cómo podía sospechar que ese sería “el último adiós”.
El p. Valentín se durmió en la paz del Señor durante la época Pascual en su amada Tres Capones, donde fue sepultado detrás del altar de la iglesia del Manto Protector de la Virgen que fue su obra. Mientras se esperaba la llegada del p. Pablo y sus hijos mayores desde los Estados Unidos, el féretro estuvo en el templo desde el jueves 23 al lunes 27 de abril de 2015 cuando se ofició el funeral. El p. Valentín tenía una clara sonrisa en su rostro. Los fieles de Misiones, Paraguay y Buenos Aires estuvieron presentes esos días rezando junto con el obispo Gregorio y los padres Alejandro y Pablo por el descanso del recién presentado. Fue conmovedor y a la vez consolador sepultar al padre dónde y cómo él lo deseaba y al canto de las oraciones elevadas por sus hijos espirituales.