18 de mayo de 2025
V domingo después de Pascua: de la samaritana
Sermón del Metropolitano Filaret (Voznesenky)
La Iglesia llama a este próximo domingo el Domingo de la Samaritana, porque durante la Divina Liturgia se lee el relato evangélico de cuando nuestro Señor Jesucristo conversó en la fuente de Jacob con la mujer samaritana y la condujo a la luz y a una vida buena y piadosa. En ese conmovedor relato vemos, ante todo, una lección para nosotros, de cuán cuidadosos debemos ser en nuestros juicios sobre el prójimo y evitar toda sentencia condenatoria para con ellos, recordando lo que nos dice el Evangelio.
El Señor estaba sentado cerca a la fuente de Jacob, cansado del camino. Vino una mujer samaritana a cargar agua y cuando el Señor le dijo: «Dame de beber» (San Juan 4:7) recibió una respuesta fría y distante: «¿Cómo tú, siendo Judío, me pides á mí de beber, que soy mujer Samaritana?» (San Juan 4:9). Eso fue literalmente negarle el agua. Y después el relato agrega: «porque los Judíos no se tratan con los Samaritanos». No queda muy claro si son palabras de la samaritana o lo escribió el evangelista como aclaración para el lector. De uno u otro modo, a pesar de esta negación indirecta, a la frialdad y distancia de la respuesta, el Señor siguió la conversación con ella. Luego de las próximas palabras de Jesucristo vemos que el tono de la samaritana cambió drásticamente. Él le dijo: «Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua viva» (San Juan 4:10). Resultó ser que a pesar de que esa samaritana era una gran pecadora, como vemos en lo que sigue, pero debajo de la corteza de las pasiones y el pecado latía un corazón vivo. Y ese vivo corazón sintió que el hombre delante de ella era una Persona extraordinaria. Ella inmediatamente cambió el tono y le dijo: «Señor, no tienes con qué sacar la, y el pozo es hondo: ¿de dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo?» (San Juan 4:11,12). Luego el Señor habla con ella sobre esta agua viva y finalmente con sus palabras sabias y llenas de amor, la conduce a la siguiente frase : «Sé que el Mesías ha de venir, el cual se dice el Cristo: cuando él viniere nos declarará todas las cosas». ¡Y escucha la respuesta: «Yo soy, que hablo contigo» (San Juan 4:25,26)!
La samaritana quedó perpleja, sin lugar a dudas, porque vemos que ya no tuvo respuesta. Seguramente, como se dice, «se le trabó la lengua», porque sintió toda la verdad santa y terrible de Sus palabras. Y arrojando allí mismo el recipiente, sin prestarle ninguna atención, se dirigió, probablemente corriendo a la ciudad y comenzó a decirles a sus habitantes que salgan a ver si no es Cristo el hombre que le contó cosas sobre ella misma, que Él, supuestamente, no podía saber.
Esta también es una lección para nosotros: nuestro Señor vio que la mujer tenía un corazón vivo debajo de la corteza del pecado. Hay personas que parecen vivir de una manera decente, pero están espiritualmente muertas. Ella no había muerto espiritualmente, a pesar de toda la inmundicia a la que se había rebajado...
|